La Filosofía Como Respuesta by Martin Alonso Aceves Custodio

El límite de Dunbar

La paradoja que enfrentamos en la era de la información y la conexión humana es que estamos cada vez más desconectados. Las sociedades grandes y complejas presentan un reto para las relaciones interpersonales y la sensación de pertenencia a la comunidad.

No es raro ver cada vez más personas que sienten que no encajan o que se sienten solas a pesar de estar rodeadas de cientos de personas a diario.

El filósofo francés Voltaire expresó en su Diccionario filosófico que era imposible amar a una familia tan numerosa cuyos miembros apenas se conocieran. Lo mismo vemos en las ciudades donde habitamos.

Vivimos a unos pasos de nuestros vecinos, pero no los conocemos. Pasamos años funcionando en sociedades donde pensamos que cada quien debe rascarse con sus propias uñas. No hay un sentido de unidad o pertenencia.

Propuesta

El antropólogo británico Robin Dunbar propuso una teoría en la cual las relaciones sociales significativas solo se pueden mantener con un máximo de 150 personas. Él plantea que este límite está determinado por la capacidad de nuestra neocorteza cerebral.

Su teoría está basada en experimentos con primates, observación de restos de aldeas neolíticas, unidades militares eficientes de la antigüedad y grupos de trabajo efectivos en la actualidad.

Si Dunbar está en lo correcto, eso explicaría por qué, mientras más grandes son las comunidades y ciudades, más fragmentadas están y mayores problemas sociales enfrentan.

Las comunidades reducidas son comunidades interconectadas que fomentan la confianza, la colaboración y el sentido de responsabilidad compartida.

El límite de Dunbar Redefiniendo el futuro de las comunidades 1

Posibilidades

Las relaciones significativas permiten desarrollar valores en común, apoyo mutuo y fortalecimiento de la identidad colectiva. Así, este círculo cercano crea amor genuino a partir del conocimiento mutuo.

Valdría la pena mudar nuestras comunidades a un estilo más auténtico, aunque una comunidad reducida enfrentaría problemas logísticos, ya que pocas personas estarían dispuestas a sacrificar las comodidades del mundo moderno por algo tan ajeno a ellas como la armonía social. 

Después de todo, en los medios de comunicación no se destacan tanto los beneficios de vivir en armonía como se resalta la conveniencia de tener 40 restaurantes de comida rápida al alcance.

La vivienda eficiente, los servicios de electricidad y agua potable, la alimentación, las fuentes de trabajo, el comercio, la forma de gobierno, la educación, los medios de transporte, la salud, la implementación de tecnología y la oferta de esparcimiento cultural son solo algunos de los retos que tendríamos que resolver.

¿Cómo llevarlo a cabo?

Para ello, podríamos pensar en el diseño de comunidades dentro de ciudades más grandes que permitan mantener conexiones sociales significativas, así como conservar la conveniencia de vivir en una sociedad moderna. 

Por ejemplo, podríamos utilizar el de 150 integrantes por comunidad y quizás permitirle extenderse hasta 250, considerando la migración y los índices de defunción, e integrarlos en sistemas más amplios.

La idea de esta microcomunidad sería integrarla en barrios de 150-250 personas que compartan espacios de conveniencia y trabajo cooperativo, que cuenten con sistemas de producción de alimentos y energía renovable para ser autosuficientes, así como centros de salud y educativos comunitarios que ayuden a fortalecer las relaciones internas.

La conversión

Cuando tengamos cuatro barrios cercanos, los convertiremos en distritos donde colocaríamos servicios especializados como clínicas, centros educativos y espacios recreativos compartidos, manteniendo las ventajas de las ciudades grandes, pero fortaleciendo el sentido de pertenencia y fomentando la interacción.

Cuando 10 distritos estén conectados por lazos de comercio e infraestructura de servicios, podremos llamarlos un centro urbano. 

Aquí veríamos la conectividad global y respetaríamos la autonomía de cada comunidad. Habría mercados descentralizados donde el comercio florecería, un consejo ciudadano que representaría a cada distrito y mantendría el diálogo abierto, así como sistemas de transporte que conectará los distritos de cada ciudad.

Conclusión

Hay formas de probar este modelo en distintos países. Voluntarios sobran que quieran iniciar un proyecto donde la identidad se base en mantener vínculos cercanos. Modelos así ya existen, pero se encuentran aislados, por lo que sería interesante ver experimentos sociales como estos fomentados por gobiernos alrededor del mundo. 

Si estos modelos logran aumentar la calidad de vida de sus habitantes y disminuir los problemas sociales de las ciudades grandes, entonces podríamos estar pensando en el futuro de las comunidades: un regreso a nuestra estructura social primitiva.

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