Un Principio Esencial de la Humanidad a lo Largo de la Historia
Como humanidad, hay ciertas ideas que vemos repetidas a lo largo de la historia y que nos hacen preguntarnos si esas ideas, sin importar las tradiciones culturales y las circunstancias históricas en las que nos toca vivir, seguirán emergiendo hasta que se establezcan como normas de convivencia. Una de ellas es el principio de no violencia.
Pese a la larga recolección de eventos violentos que han marcado la existencia de nuestra especie, podemos proponer que la no violencia es una idea inherentemente humana.
La empatía, la compasión y el amor hacia los demás son sentimientos que todos hemos experimentado en algún punto y que, aunque sea por un instante, nos hacen imaginar que si todos pudiéramos coordinar ese sentir, el mundo sería un lugar armónico, próspero y equitativo.
No debemos caer en la trampa de creer que la violencia es la práctica que distingue el comportamiento humano solo porque es la más recordada y justificada de todas. Hemos sido ignorantes y reactivos a un entorno que presentaba retos y peligros.
La voluntad humana
Pero la voluntad humana nunca ha sido la de mantener un constante estado de conflicto. Podemos asegurar que ha sido la voluntad de pocas personas, a través de vastas generaciones, promover conflictos por motivos egoístas y triviales.
Invito a todos los entusiastas de un mundo mejor a reflexionar sobre cómo la no violencia se ha practicado en varias épocas y en diversas sociedades para que, a través de ella, tomemos conciencia y no nos rindamos en la tarea de organizar una sociedad pacífica.
El principio de no violencia se manifiesta de diversas formas, pero es, en pocas palabras, ver a otros seres vivos como iguales a nosotros, con sus propias experiencias, sentimientos y necesidades.
Un principio universal a través del tiempo
Dentro de los conflictos que han marcado la historia de la humanidad, existe una constante búsqueda de armonía y paz. La no violencia es un principio arraigado en diferentes culturas y filosofías que, si bien no siempre puede ser practicado en su totalidad, nunca se extingue. Siempre late en el corazón de los integrantes de todas las comunidades.
Esta expresión natural se basa en la interconexión y coexistencia, conceptos que parecen innatos en cualquier sociedad. Muestra de esto son los siguientes ejemplos:
Las comunidades africanas, como las zulúes y xhosas, tienen el concepto Ubuntu, que refleja la idea “yo soy porque nosotros somos”. A través de ella, invitan a la cooperación y resolución pacífica de conflictos en beneficio de la comunidad.
La tradición cristiana sostiene que una de las enseñanzas de Jesucristo era “poner la otra mejilla” cuando se es violentado. Esta tradición religiosa, la más ampliamente practicada en el mundo contemporáneo, hace un llamado a la no violencia.
La resistencia pacífica
Pese a que algunas ramas del cristianismo han utilizado la guerra en ciertas circunstancias, el practicante cristiano reflexivo en la doctrina y enseñanzas del Maestro sabe que la resistencia pacífica y la caridad son herramientas poderosas para transformar la situación del mundo.
Los pueblos aborígenes australianos también tienen un concepto que fomenta la armonía y la resolución pacífica. Ellos creen en el Dreamtime, que es la unión entre el plano espiritual y el plano físico. Así, los rituales cobran importancia y fomentan la mediación sobre la confrontación.
El consejo de los ancianos es fundamental en este proceso, demostrando así el respeto a quienes ya han experimentado las consecuencias de incitar el conflicto o promover la paz.
Tanto en la China antigua como en la moderna, la influencia del Confucianismo y del Taoísmo han ayudado a que la armonía social prevalezca. Confucio enfatizaba la importancia del respeto, mientras que el principio del Wu Wei, o la no acción, en el Taoísmo sugiere que evitemos la confrontación directa para dejar que las cosas fluyan naturalmente.

Las tradiciones hinduísta
En la India, las tradiciones hinduísta, budista y jainista han utilizado el principio de Ahimsa como una virtud para sus prácticas. En él se enuncia que toda vida es sagrada.
En la Roma antigua, los plebeyos (la clase social de ciudadanos comunes) estaban cansados de la opresión de los patricios (la aristocracia) y, en lugar de levantarse en armas y derramar sangre en lo que históricamente pudo haber sido un acto justificable, prefirieron irse de Roma en lo que hoy sería una huelga masiva.
Esta protesta pacífica surtió efecto, reformas se hicieron y las condiciones mejoraron. Esto se asemeja al movimiento que Mahatma Gandhi encabezó en la India para protestar por la ocupación británica y exigir la independencia de su tierra.
Gandhi es considerado hoy el campeón de la no violencia, y con justa razón, pero hay que recordar que fue influenciado por las ideas del Ahimsa jainista y por las ideas de Henry Thoreau.
Desde la antigüedad
Las primeras con más de 2000 años de antigüedad, las segundas provenientes de un continente diferente. Este es un ejemplo de cómo ideas de varias generaciones y diferentes culturas convergen en que la no violencia es una práctica que puede solucionar los conflictos humanos.
Podemos seguir nombrando más ejemplos. El sintoísmo en Japón promueve la paz interior como camino a la no violencia. Los nativos americanos iroqueses tenían la Gran Ley de Paz, que establecía un gobierno basado en diplomacia en lugar de guerra. Los toltecas tenían la figura del guerrero pacífico, que libraba la verdadera batalla interna en el dominio de las emociones.
Los quechuas practicaban la reciprocidad, buscando equilibrio entre humanos y naturaleza. En el Corán, libro sagrado de los musulmanes, encontramos el versículo: “Si alguien matara a una persona, mataría a toda la humanidad” (Corán 5:32).
La idea es clara: en toda época, en cualquier cultura, siempre habrá una práctica e idea que promueva la no violencia.
En la actualidad
Vivimos en un mundo marcado por crisis, políticas y humanitarias. Hay desigualdad y opresión. Los intereses de pocos son los males de muchos. Hoy debemos practicar la no violencia, no debemos agravar la ya delicada situación en la que nos encontramos.
Aprendamos de la resistencia pacífica de Finlandia y Hungría cuando fueron ocupadas por regímenes autoritarios, del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos en los años 60 y de la lucha pacífica de Nelson Mandela en Sudáfrica hace algunas décadas.
No veamos la no violencia como una estrategia más, aceptémosla como una expresión de nuestra humanidad. Esta idea, llevada a la práctica de manera coordinada globalmente, puede tener una fuerza transformadora increíble.
Podríamos cambiar sistemas políticos obsoletos por unos más inclusivos, moldear una ética que incluya igualdad entre los seres vivos del mundo y despertar conciencia en cada comunidad de que, antes de recurrir a la violencia, hay una solución que verdaderamente beneficia a todos.
Conclusión
A lo largo de la historia, la no violencia ha sido un principio fundamental que ha guiado a muchas sociedades y líderes en la búsqueda de la justicia, la igualdad y la paz. Desde Gandhi y Martin Luther King Jr. hasta innumerables movimientos sociales, la resistencia pacífica ha demostrado ser una herramienta poderosa para el cambio.
Este principio esencial no solo rechaza el uso de la violencia, sino que promueve el respeto, el diálogo y la empatía como caminos hacia un mundo más armonioso y justo. En tiempos de conflicto, recordar la fuerza de la no violencia es clave para construir un futuro basado en la convivencia y el entendimiento.
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