La Filosofía Como Respuesta by Martin Alonso Aceves Custodio
El conflicto de las tres leyes: Diderot y el dilema jurídico contemporáneo

El conflicto de las tres leyes: Diderot y el dilema jurídico contemporáneo

El conflicto de las tres leyes

Dice el dicho que quien sirve a dos amos con uno queda mal; sin embargo, cuando se trata de códigos o leyes, parece que no nos interesa estar sirviendo a tres amos, pues esperamos quedar bien con todos.

El pensador de la Ilustración, Denis Diderot, planteó un dilema real en los sistemas jurídicos de su época y de la actualidad. Él decía que los humanos vivimos atrapados entre tres códigos de leyes: la ley natural, la ley civil y la ley religiosa.

El problema con estas tres leyes es que rara vez coinciden, obligándonos a infringir alguna de ellas en nuestra búsqueda de estabilidad y convivencia social armónica.

Según Diderot, la ley natural está fundamentada en la razón y en principios universales como la justicia, la libertad, la igualdad y el derecho a la vida. La ley civil es el conjunto de normas que, como sociedades, hemos creado para regular nuestra convivencia.

Función del gobierno

Los gobiernos de cada país se encargan de vigilarlas, y estas pueden cambiar con el tiempo. La ley religiosa está basada en principios espirituales que abarcan normas de comportamiento, códigos morales y regulaciones sobre la vida personal y comunitaria.

Hemos crecido aceptando y respetando estos tipos de leyes. No siempre aceptamos su fuente histórica como válida, pero vemos la ventaja en seguirlas por el beneficio que trae hacerlo. El problema está en que esas leyes muchas veces no están en armonía unas con otras.

Hoy podemos ver este conflicto en diversos contextos. Repasemos algunos de ellos.

El aborto

En este caso, la ley natural nos marca que cada persona tiene derecho a tomar decisiones sobre su propio cuerpo. La ley civil, en algunos países como Estados Unidos recientemente, prohíbe el acceso al aborto debido a principios conservadores promovidos como leyes.

La ley religiosa de muchas tradiciones considera la interrupción del embarazo, una falta grave a la moral. Abortar, entonces, se convierte en muchos países en un acto que infringe alguna de estas leyes.

Incluso en aquellos países donde la ley religiosa no es tan relevante, debemos tomar en cuenta que la opinión pública de un grupo de poder político con inclinación religiosa puede influenciar la legislación y la sociedad.

La prohibición del velo en Francia

Francia, cuna de los derechos humanos e ideas revolucionarias, vive gran tensión entre la ley religiosa y la ley civil. El gobierno promueve la laicidad como clave para la cohesión social, prohibiendo el uso del velo islámico en las mujeres en áreas públicas.

Con una alta población migrante proveniente de países islámicos, las mujeres musulmanas luchan por su expresión personal y espiritual, protegida por la ley del Corán.

Incluso, visto desde la libertad personal emanada de la ley natural, cada individuo debería poder expresar su identidad como elija. Aquí vemos claramente cómo las normas estatales interfieren con las decisiones personales.

El conflicto de las tres leyes Diderot y el dilema jurídico contemporáneo

La homosexualidad

Los países donde la ley civil está inspirada en la ley religiosa presentan grandes desafíos para las personas de la comunidad LGBTQA+.

Países del Medio Oriente, por ejemplo, imponen penas duras contra la homosexualidad, práctica considerada inmoral según ciertas doctrinas. La ley natural establece que cada individuo debería elegir su identidad y orientación sexual y, por lo tanto, recibir respeto por ello.

Y no solo en países con leyes civiles y religiosas entremezcladas: en países considerados laicos, la sombra de la religión también influye, motivando a legisladores a contener la liberación LGBTQA+ bajo la justificación de la teoría que establece: “antes era prohibido, después fue aceptado, ahora es promovido, pronto será obligatorio”.

Como podemos observar, los ciudadanos vivimos constantemente en conflicto con estas denominadas tres leyes. Filósofos han propuesto diversas soluciones: Rousseau, Locke y Hobbes desarrollaron el contrato social, centrado en cumplir las leyes naturales y civiles; Spinoza y Kant propusieron separar el Estado de la Iglesia para que esta última no influyera en las decisiones gubernamentales.

 El pluralismo jurídico

Sin embargo, la que merece nuestra atención, debido a la calidad pluralista de nuestras sociedades modernas, es la propuesta de filósofos como Jürgen Habermas, Amartya Sen y Martha Nussbaum: el pluralismo jurídico.

El pluralismo jurídico reconoce la coexistencia de diferentes sistemas legales dentro de una sociedad. Esto es crucial, ya que no impone una visión única y abre las puertas para el diálogo y la negociación. Así, se cumplen los códigos civiles, se respeta la diversidad cultural y religiosa, y todo sin comprometer los derechos humanos.

Recordemos que lo que más nos conviene es equilibrar los derechos individuales con las necesidades colectivas.

Conclusión

El conflicto de las tres leyes, visto a través del prisma del pensamiento de Diderot, revela la complejidad de los sistemas jurídicos modernos.

La intersección y posible tensión entre distintas normativas obliga a repensar la forma en que conciliamos la coherencia legal sin comprometer los principios fundamentales de justicia.

Este dilema sigue siendo un desafío para los juristas, quienes deben encontrar un equilibrio entre tradición, evolución normativa y los valores universales del derecho.

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Astrología: Orígenes, influencia y el sentido que aporta en la sociedad moderna

Astrología: Orígenes, influencia y el sentido que aporta en la sociedad moderna

¿Qué aporta la astrología a la sociedad?

A más de 4,000 años de su aparición, y a pesar de ser catalogada como una pseudociencia por un gran sector de la población, la astrología sigue presente e influyendo en nuestros días. ¿Cómo podemos vivir en armonía con una serie de creencias que no aportan alguna verdad conocida sobre el universo?

La astrología nació como cualquier otro proceso filosófico, con reflexión y observación. Los sacerdotes babilonios en la antigua Mesopotamia observaban los movimientos de los cuerpos celestes y se hacían preguntas sobre el funcionamiento del universo.

Pronto asociaron una explicación metafísica a estos fenómenos y desarrollaron un sistema de predicción de eventos basado en los ciclos que los cuerpos celestes observados presentaban. Quizás esas antiguas civilizaciones entendían el universo bajo el principio “como es arriba es abajo, como es abajo es arriba”.

Es fácil imaginar que estos filósofos antiguos notaron que existían ciclos que se repetían en el reino de los astros, así como también en los eventos de la vida humana. Trazar una relación entre ambos es, de hecho, muy lógico.

Origen

La astrología se desarrolló en Occidente como la conocemos actualmente, gracias a las aportaciones griegas y romanas que agregaron el zodiaco en las doce divisiones que hoy conocemos.

De igual manera, otras civilizaciones, como la china antigua y los mayas, desarrollaron cada una su forma de astrología basada en sus observaciones de los movimientos celestes. Así, por siglos, la astrología fue objeto de estudio académico, influyendo en áreas como la medicina y las matemáticas.

En el siglo XVIII, con los descubrimientos científicos que se realizaron, la astrología perdió su lugar dentro de las ciencias y fue relegada a una simple práctica cultural y simbólica.

Hoy podemos ver a la astrología como una herramienta que brinda orientación a personas que la buscan. Y nos preguntamos, ¿por qué? La astrología va más allá de ser un símbolo de la cultura popular; es objeto de devoción por algunas corrientes espirituales, así como referente psicológico en viajes introspectivos de autoayuda.

Influencia en la vida humana

Hay personas que, para tomar decisiones importantes, como elegir una pareja o una profesión, consultan a los astros en busca de la respuesta.

Si nos oponemos a la astrología, podemos encontrar varios argumentos en contra de su validez. Pese a siglos de estudio y práctica, aún no encontramos evidencia empírica que demuestre que la posición de los astros impacte directamente en la vida humana.

También encontramos que los métodos de estudio se basan en suposiciones y decisiones arbitrarias, como, por ejemplo, dividir el zodiaco en 12 signos. Asimismo, la carta natal o carta astral está abierta a la interpretación personal.

Pero no seamos tan duros con la astrología o sus practicantes. En realidad, no hay un mal que hoy le genere a la sociedad con su práctica. Por el contrario, la astrología fue popularizada de nuevo en el siglo pasado, ya que ofrece algo difícil de obtener en nuestras sociedades modernas: sentido.

Dinámica de vida

Pensémoslo bien; en una dinámica en la que se vive para trabajar y donde nuestros objetivos se miden en base a placeres instantáneos muchas veces fuera de nuestro alcance, la monotonía, la frustración y la fantasía están presentes.

La astrología brinda una forma de entender el mundo y encontrarle sentido. Asegura conocernos aún sin conocernos, puesto que, antes de que experimentemos algo, la astrología lo había predicho.

La astrología es el último método de satisfacción del deseo de controlar nuestras vidas y lo que sucede a nuestro alrededor. Quizás seamos incapaces de influir en lo que sucede fuera de nosotros, pero al menos conocer y predecir el mundo incierto nos llena de dicha.

Le damos sentido a la vida y controlamos con nuestro entender una dinámica que nos controla a nosotros en nuestro actuar. Las metáforas y el simbolismo han sido desde tiempos inmemoriales atractivos. Nos despiertan emociones poderosas y nos permiten conectar con un mundo incierto.

Astrología: Orígenes, influencia y el sentido que aporta en la sociedad moderna<br />

Libertad de decisión

Si esta narrativa simbólica le brinda paz mental a cientos de miles de personas a diario, ¿por qué no permitirlo sin criticarlo? Siempre y cuando la astrología no sea empleada para tomar decisiones de vida o muerte, es muy compatible con la armonía que buscamos como sociedad.

Entiéndase que no propongo que compremos cualquier cuento de hadas con tal de evadir la realidad de que somos consecuencia de un sinfín de eventos que se desencadenan en todo momento, sino que podemos darle entrada a las prácticas culturalmente arraigadas que nos brindan una verdadera sensación de paz con una serie de explicaciones bien acomodadas, en lo que logramos despertar el fervor filosófico en los sectores del grupo que aún no se atreven a ver el propósito de sus vidas.

Permitamos que, como el mitólogo estadounidense Joseph Campbell decía, la astrología cumpla con la función psicológica y social que le proporcione un modelo de conducta a individuos que quieran identificarse. 

Conclusión

En una sociedad cada vez más pragmática y racionalista, la astrología le ofrece a las personas el espacio simbólico que los transporte más allá de la lógica y que les muestre el mundo en una luz más amable: un mundo predecible.

Para muchas personas, ofrece un sentido de conexión con el universo, proporcionando significado y guía en sus vidas. Su influencia trasciende lo místico, dejando huella en el arte, la literatura y las decisiones cotidianas.

En última instancia, la astrología sigue siendo un reflejo de la eterna búsqueda humana de comprenderse a sí mismo y al mundo que lo rodea.

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Reflexiones sobre miedo, justicia y sociedad

Años atrás, cuando era adolescente, regresaba de jugar fútbol con mi amigo Juan. Ambos vivíamos en la misma área de la ciudad, y una fuente marcaba el punto donde teníamos que separarnos para llegar a nuestras respectivas casas. Ese día fuimos asaltados por primera vez, y diversas preguntas existenciales surgieron.

Juan y yo éramos jóvenes, saludables y llenos de adrenalina. Veníamos emocionados tras una tarde de esparcimiento, como tantas otras en aquella época. No había malicia en nuestro caminar ni preocupaciones en nuestros pensamientos.

Quizás no encajábamos en la definición romántica de inocencia, pues ambos habíamos pasado por nuestra cuota de experiencias difíciles que marcan a una persona hasta la adultez. Sin embargo, algo era seguro: en esos momentos, en esa tarde, ninguna idea de peligro rondaba nuestra mente.

En la bifurcación de nuestro camino a casa, junto a la fuente, Juan y yo nos disponíamos a despedirnos y dirigirnos a nuestras respectivas casas, con nuestras familias ajenas al posible peligro. Antes de despedirnos, un joven, apenas unos años mayor que nosotros, se acercó.

Conociendo la realidad

Yo, menos conocedor de las dinámicas de la calle, no podía afirmar con certeza si el muchacho estaba intoxicado ni con qué sustancia. Juan, con mayor experiencia en los sectores vulnerables de la ciudad, supo de inmediato que nuestro atacante estaba drogado, presuntamente con alguna sustancia peligrosa y barata, como thinner o resistol 5000.

El asaltante nos pidió que entregáramos nuestras pertenencias de valor. En realidad, el valor monetario de lo que llevábamos era poco: yo tenía un reloj y un celular de gama baja, y Juan portaba un anillo con mayor valor sentimental que económico, además de su celular, también de bajo costo.

En ese momento, recuerdo haber pensado que podíamos vencer a nuestro asaltante. Imaginé un plan para atacarlo mientras se distraía con Juan. Pero todo quedó en pensamiento. Estaba sorprendido; nunca me habían asaltado.

Nunca había siquiera imaginado que eso pudiera ocurrir. El tiempo pareció transcurrir más despacio, pero pronto el asaltante, al vernos dudar en entregarle nuestras pertenencias, levantó la playera, dejándonos ver que tenía una pistola—otra primera vez para mí.

Cómo un asalto cambió mi perspectiva: Reflexiones sobre miedo, justicia y sociedad<br />

Instinto de supervivencia

El instinto de supervivencia de ambos se activó. Entregamos lo que llevábamos: Juan, su celular, seguido de su anillo cuando el asaltante lo exigió; yo, mi reloj, que había sido un regalo. Sentí alivio al notar que no me pidió el celular que tenía guardado en una de las bolsas de mi short.

Esto ocurrió entre las seis y siete de la tarde, en una intersección entre una calle principal de la colonia y una de las avenidas más importantes. A nuestra espalda había un puesto de comida, con personas sentadas que parecían ajenas a lo que sucedía apenas a unos metros de ellas.

Todo era confuso: el asaltante hablaba con Juan, pero yo no podía concentrarme. Quería atacar, quería correr, pero no me atrevía a hacer nada.

Al parecer, el asaltante nos preguntó dónde vivíamos. Esto parecía ser un código de respeto: no asaltar a la gente del mismo barrio. Juan se sintió más seguro; su interacción con delincuentes y adictos debía ser mayor que la mía.

El resultado

Finalmente, el asaltante decidió marcharse. No había dado dos pasos cuando, abruptamente, volteó y nos devolvió las cosas. Me advirtió que solo por ser amigo de Juan me estaba “salvando” de perder mis pertenencias.

También nos advirtió que no quería volver a vernos por esos rumbos, lo cual me pareció difícil, ya que vivía a dos cuadras de ahí. Y con eso, se marchó.

Las personas que estaban comiendo resultaron ser conocidos de Juan. Cuando él les contó lo sucedido, inmediatamente se lanzaron a perseguir al asaltante. No lo alcanzaron, pero sentí que algo parecido a justicia estaba ocurriendo. Juan se fue a su casa satisfecho de que sus conexiones le habían permitido no ser víctima de un delito. Yo regresé a la mía, confundido y asombrado. Mi mundo acababa de cambiar.

Reflexionando

Esa noche comencé a filosofar, y lo hice durante muchos más a lo largo de los años. Es curioso cómo una simple experiencia puede despertar una serie de preguntas que, de otro modo, carecerían de significado.

Me pregunté si mis padres habían hecho lo correcto al no advertirme sobre la posibilidad de ser amenazado por alguien drogado o armado, o si siquiera ellos eran conscientes de que eso sucedía.

Me di cuenta de lo absurdo que fue no entregar mi celular, cuando bien el asaltante pudo haberme pedido vaciar mis bolsillos y enojarse al descubrir que le había mentido. ¿Por qué otorgué más valor a un objeto material que a mi bienestar?

También me pregunté si Juan estaba en ventaja por haber crecido en un ambiente de calle, si esa malicia que él poseía era un recurso para sobrevivir en un mundo lleno de peligros. Si el miedo es tan común en nuestras vidas que nos limita a actuar.

La ironía

Reflexioné sobre la ironía de que un delincuente pudiera adherirse a códigos de conducta y vínculos comunitarios basados en el lugar de residencia y me cuestioné también qué es la justicia y cómo debería aplicarse.

Años más tarde, aún me pregunto si ese asaltante adicto es un error de la sociedad que debe ser neutralizado, o si es la sociedad la que le ha fallado y prefiere culparlo y castigarlo para evitar cargar con la responsabilidad de su propia indiferencia.

Me pregunto todos los días: ¿qué estamos dispuestos a hacer con tal de hacernos de más propiedad privada?

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La naturaleza está en armonía. No existe en ella el bien o el mal; sus procesos simplemente son. Desde la perspectiva del filósofo ginebrino Jean-Jacques Rousseau, el concepto del mal surge a raíz del ser humano.

Rousseau sostenía que el hombre en su estado natural era noble. El humano salvaje reaccionaba a su entorno y vivía para satisfacer sus necesidades inmediatas. Pero con el surgimiento de las sociedades nace la corrupción moral, en particular con la construcción de instituciones y el egoísmo.

Imaginemos por un momento que el planeta se queda sin humanos. ¿Podemos suponer que entre la flora y la fauna exista injusticia o ambición? ¿O que las corrientes marinas fluyan con desigualdad? Sin humanos, el problema del mal en la Tierra terminaría. Pero afrontémoslo: estamos aquí para quedarnos.

Estamos condenados a sufrir las consecuencias de nuestras acciones y a afectar todo lo que nos rodea. Es momento de tomar responsabilidad.

El comportamiento social de hoy

Si bien la propiedad privada y las instituciones sociales han generado conflictos humanos, su existencia no es el problema en sí. Nosotros hemos corrompido el único concepto moral natural: la armonía.

Con egoísmo hemos creado desigualdad para otros humanos y, en el proceso, roto la armonía del planeta. Queremos más de lo que ya hay en abundancia y buscamos apropiarnos de ideas o cosas que no podremos llevarnos el día que fallezcamos. Ya dominamos la naturaleza hace generaciones. Hemos abusado de ella, y nuestro conflicto como especie parece trasladarse al ecosistema.

Contrario a la visión radical de Rousseau, en la que solo regresando a nuestro estado salvaje recuperaríamos la bondad, creo que podemos subsanar el daño moral causado al planeta Tierra. En sociedad, aprovechando nuestra creatividad en la organización de instituciones, podemos generar un cambio real.

 

La Moral Natural y el Retorno a la Armonía Perdida<br />

Estos son los cuatro puntos que propongo para lograrlo:

 

  • Reformar la educación moral

Eduquemos a nuestros hijos en la proto-moralidad de la naturaleza, que coopera en sus procesos y coexiste en armonía. Es el modelo perfecto para dirigir nuestras sociedades.

  A partir de ahora, ser moral significa ser armonioso; lo demás es una cuestión de percepción con trasfondo egoísta.

  • Cambio en la estructura social

La simpleza no es sinónimo de ineficiencia. Hemos crecido creyendo que entre más complejo un sistema, mejor. Sin embargo, la humanidad, aún con su vasto número de habitantes, puede prosperar en comunidades reducidas y autosuficientes, que valoren la interacción y el respeto por todos los seres del planeta.

  • Inclusión participativa de todos los integrantes

La democracia es una excelente forma de gobierno, pero cuando se basa en la representación de especialistas, pierde su esencia. Una democracia con políticos de carrera es una democracia que no confía en la sabiduría del ciudadano común.

Todos, por el simple hecho de vivir en la comunidad y experimentar, tenemos algo que aportar. Todos deberían tener la misma oportunidad de ocupar un puesto gubernamental temporal, y la mejor forma de lograrlo es mediante elecciones al azar. En una comunidad reducida, la toma de decisiones y la coordinación son más sencillas, lo que hace irrelevante si el líder es un carnicero o una ama de casa.

  • Reconectar con la naturaleza

La naturaleza es un miembro activo de la sociedad, y cada comunidad debe proteger sus intereses. La educación ambiental no debería estar separada de otros tipos de educación, así como los espacios verdes de la ciudad deberían ser tan relevantes como los urbanizados. A medida que reconozcamos lo que la naturaleza nos ofrece, aprenderemos a respetar el entorno que nos acoge.

El mal artificial creado por las sociedades puede eliminarse sin necesidad de destruirlas. Se requiere una reforma social consciente para reconocer la proto-moralidad de la naturaleza y adoptarla como el modelo moral por el cual nuestras comunidades rijan su existencia.

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Como humanidad, hay ciertas ideas que vemos repetidas a lo largo de la historia y que nos hacen preguntarnos si esas ideas, sin importar las tradiciones culturales y las circunstancias históricas en las que nos toca vivir, seguirán emergiendo hasta que se establezcan como normas de convivencia. Una de ellas es el principio de no violencia.

Pese a la larga recolección de eventos violentos que han marcado la existencia de nuestra especie, podemos proponer que la no violencia es una idea inherentemente humana.

La empatía, la compasión y el amor hacia los demás son sentimientos que todos hemos experimentado en algún punto y que, aunque sea por un instante, nos hacen imaginar que si todos pudiéramos coordinar ese sentir, el mundo sería un lugar armónico, próspero y equitativo.

No debemos caer en la trampa de creer que la violencia es la práctica que distingue el comportamiento humano solo porque es la más recordada y justificada de todas. Hemos sido ignorantes y reactivos a un entorno que presentaba retos y peligros.

La voluntad humana

Pero la voluntad humana nunca ha sido la de mantener un constante estado de conflicto. Podemos asegurar que ha sido la voluntad de pocas personas, a través de vastas generaciones, promover conflictos por motivos egoístas y triviales.

Invito a todos los entusiastas de un mundo mejor a reflexionar sobre cómo la no violencia se ha practicado en varias épocas y en diversas sociedades para que, a través de ella, tomemos conciencia y no nos rindamos en la tarea de organizar una sociedad pacífica.

El principio de no violencia se manifiesta de diversas formas, pero es, en pocas palabras, ver a otros seres vivos como iguales a nosotros, con sus propias experiencias, sentimientos y necesidades.

Un principio universal a través del tiempo

Dentro de los conflictos que han marcado la historia de la humanidad, existe una constante búsqueda de armonía y paz. La no violencia es un principio arraigado en diferentes culturas y filosofías que, si bien no siempre puede ser practicado en su totalidad, nunca se extingue. Siempre late en el corazón de los integrantes de todas las comunidades.

Esta expresión natural se basa en la interconexión y coexistencia, conceptos que parecen innatos en cualquier sociedad. Muestra de esto son los siguientes ejemplos:

Las comunidades africanas, como las zulúes y xhosas, tienen el concepto Ubuntu, que refleja la idea “yo soy porque nosotros somos”. A través de ella, invitan a la cooperación y resolución pacífica de conflictos en beneficio de la comunidad.

La tradición cristiana sostiene que una de las enseñanzas de Jesucristo era “poner la otra mejilla” cuando se es violentado. Esta tradición religiosa, la más ampliamente practicada en el mundo contemporáneo, hace un llamado a la no violencia.

La resistencia pacífica

Pese a que algunas ramas del cristianismo han utilizado la guerra en ciertas circunstancias, el practicante cristiano reflexivo en la doctrina y enseñanzas del Maestro sabe que la resistencia pacífica y la caridad son herramientas poderosas para transformar la situación del mundo.

Los pueblos aborígenes australianos también tienen un concepto que fomenta la armonía y la resolución pacífica. Ellos creen en el Dreamtime, que es la unión entre el plano espiritual y el plano físico. Así, los rituales cobran importancia y fomentan la mediación sobre la confrontación.

El consejo de los ancianos es fundamental en este proceso, demostrando así el respeto a quienes ya han experimentado las consecuencias de incitar el conflicto o promover la paz.

Tanto en la China antigua como en la moderna, la influencia del Confucianismo y del Taoísmo han ayudado a que la armonía social prevalezca. Confucio enfatizaba la importancia del respeto, mientras que el principio del Wu Wei, o la no acción, en el Taoísmo sugiere que evitemos la confrontación directa para dejar que las cosas fluyan naturalmente.

La No Violencia: Un Principio Esencial de la Humanidad a lo Largo de la Historia<br />

Las tradiciones hinduísta

En la India, las tradiciones hinduísta, budista y jainista han utilizado el principio de Ahimsa como una virtud para sus prácticas. En él se enuncia que toda vida es sagrada.

En la Roma antigua, los plebeyos (la clase social de ciudadanos comunes) estaban cansados de la opresión de los patricios (la aristocracia) y, en lugar de levantarse en armas y derramar sangre en lo que históricamente pudo haber sido un acto justificable, prefirieron irse de Roma en lo que hoy sería una huelga masiva.

Esta protesta pacífica surtió efecto, reformas se hicieron y las condiciones mejoraron. Esto se asemeja al movimiento que Mahatma Gandhi encabezó en la India para protestar por la ocupación británica y exigir la independencia de su tierra.

Gandhi es considerado hoy el campeón de la no violencia, y con justa razón, pero hay que recordar que fue influenciado por las ideas del Ahimsa jainista y por las ideas de Henry Thoreau.

Desde la antigüedad

Las primeras con más de 2000 años de antigüedad, las segundas provenientes de un continente diferente. Este es un ejemplo de cómo ideas de varias generaciones y diferentes culturas convergen en que la no violencia es una práctica que puede solucionar los conflictos humanos.

Podemos seguir nombrando más ejemplos. El sintoísmo en Japón promueve la paz interior como camino a la no violencia. Los nativos americanos iroqueses tenían la Gran Ley de Paz, que establecía un gobierno basado en diplomacia en lugar de guerra. Los toltecas tenían la figura del guerrero pacífico, que libraba la verdadera batalla interna en el dominio de las emociones.

Los quechuas practicaban la reciprocidad, buscando equilibrio entre humanos y naturaleza. En el Corán, libro sagrado de los musulmanes, encontramos el versículo: “Si alguien matara a una persona, mataría a toda la humanidad” (Corán 5:32).

La idea es clara: en toda época, en cualquier cultura, siempre habrá una práctica e idea que promueva la no violencia.

En la actualidad

Vivimos en un mundo marcado por crisis, políticas y humanitarias. Hay desigualdad y opresión. Los intereses de pocos son los males de muchos. Hoy debemos practicar la no violencia, no debemos agravar la ya delicada situación en la que nos encontramos.

Aprendamos de la resistencia pacífica de Finlandia y Hungría cuando fueron ocupadas por regímenes autoritarios, del movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos en los años 60 y de la lucha pacífica de Nelson Mandela en Sudáfrica hace algunas décadas.

No veamos la no violencia como una estrategia más, aceptémosla como una expresión de nuestra humanidad. Esta idea, llevada a la práctica de manera coordinada globalmente, puede tener una fuerza transformadora increíble.

Podríamos cambiar sistemas políticos obsoletos por unos más inclusivos, moldear una ética que incluya igualdad entre los seres vivos del mundo  y despertar conciencia en cada comunidad de que, antes de recurrir a la violencia, hay una solución que verdaderamente beneficia a todos.

Conclusión

A lo largo de la historia, la no violencia ha sido un principio fundamental que ha guiado a muchas sociedades y líderes en la búsqueda de la justicia, la igualdad y la paz. Desde Gandhi y Martin Luther King Jr. hasta innumerables movimientos sociales, la resistencia pacífica ha demostrado ser una herramienta poderosa para el cambio.

Este principio esencial no solo rechaza el uso de la violencia, sino que promueve el respeto, el diálogo y la empatía como caminos hacia un mundo más armonioso y justo. En tiempos de conflicto, recordar la fuerza de la no violencia es clave para construir un futuro basado en la convivencia y el entendimiento.

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